22 ene 2015

DE PASEO CON VINCENT VEGA Y BUTCH COOLIDGE

Este año pasado 2014, el mundo del celuloide cumplió una efeméride que no podíamos dejar pasar por alto ni aun tratándose éste de un blog de geografía. Históricamente, cine y mapas son disciplinas que no coinciden en demasiadas ocasiones. Podríamos destacar apariciones cartográficas puntuales, como los mapas de ruta de vuelo de cualquier aventura de Indiana Jones, las cartas náuticas para buscar tesoros enterrados o enemigos de la Royal Navy de “Master and Commander” (Peter Weir, 2003)  o los mapas topográficos de relieves en la muy decente “El inglés que subió una colina pero bajo una montaña” (Christopher Monger, 1995). Aun así, en la película que nos concierne, poco protagonismo tienen la cartografía y los mapas, por no decir nulo.


Master and Commander, Indiana Jones en busca del arca perdida y El inglés que subió una colina pero bajo una montaña

El caso es que en 2014 se cumplieron 20 años del estreno en Cannes de “Pulp Fiction”. Seguro hay mucha gente que esta película le encante y alucine con el guión, las conversaciones, los personajes, etc. Así como habrá otra gente que la aborrezca, que considere agotador oír tantas veces de boca de Jules el “mother fucker” o sencillamente no sea de su estilo.

Personalmente el cine es una de mis pasiones, pero sin llegar a poder ser ni un atisbo de un experto en la materia. Aun así, recuerdo que cuando vi esta película a los catorce años -me sigo acordando perfectamente del cine de verano dónde la vi, con sillita de madera y al aire libre- es de las primeras veces que pensé que hacer eso, ver películas, es algo que me gustaba y siempre me gustaría. Seguramente es la primera película que tengo un recuerdo completo, no sólo de la  trama y la película, sino de las sensaciones que me produjo y de las charlas posteriores con los colegas comentando la jugada.

Llegados a este punto, ¿cómo se le puede rendir homenaje a una película como Pulp Fiction en un blog de geografía y mapas? Pues no se me ocurre nada más que seguir el rastro que van dejando por Los Ángeles dos de los protagonistas, en este caso, Butch Coolidge, más conocido como “Bruce McClane Willis” y Vincent Vega, o más conocido como el renacido “John Travolta”.

En el cine, una de las cosas que se suelen saltar a la torera es el concepto del espacio-tiempo. Esto no lo digo porque se rueden películas de Star Wars en el desierto de Túnez o transformen Nueva Zelanda en Mordor o La Comarca. Tampoco me refiero al hecho que nos lleven de viaje a planetas poblados de monos o nos metan en agujeros de gusano como en la reciente y recomendable Interestelar (Cristopher Nolan). A lo que me refiero, es que en películas como Pulp Fiction, las horas y los kilómetros que van transcurriendo entre secuencias suelen importar poco, por lo que los personajes van dando tumbos y salvando distancias físicas y temporales que ni en el mejor de los casos se puede hacer en la realidad. Yo no he tenido el placer de estar nunca, pero seguramente si le preguntas a alguien de Los Ángeles si es fácil cruzarse la ciudad “en un ratito” (y no hablemos de llevando un tío al que le han volado la cabeza en el asiento de atrás) se te ríe en la cara.

Pero bueno, ¿es esto realmente importante si se trata de llegara a tiempo para salvar a la esposa del jefe de una sobredosis de caballo (figurada y literalmente) o para recoger el reloj heredado de tu padre y que llevó metido en el culo durante 5 años y después estuvo en el de Cristohper Walken 2 años más?. Personalmente, esta secuencia en la que cuentan esta historia es una de las partes de la película que más me ha gustado siempre, pero como flashback dentro de la trama, queda fuera del recorrido dibujado.

Así que, volviendo a la ingeniería cartográfica, dejar constancia que Vincent Vega se recorre en un par de días la friolera de 205 km por la ciudad, mientras que Butch se queda en 73km, aunque en su defensa hay que decir que se pasa un buen rato de la peli sentado en una silla en la tienda de Maynard, con Zed, esperando su turno para…

Sin más, para poder seguir a este par de personajes, aquí está el mapa de Pulp Fiction, totalmente interactivo y con clips de la película en cada punto del recorrido por donde nos va conduciendo Tarantino dentro de Los Ángeles, mientras algunos intentan cobrar el dinero que les deben unos jóvenes comedores de hamburguesas Big Kahuna u otros son atracados mientras disfrutan de un desayuno en una típica cafetería estadounidense.


12 ene 2015

LA ETERNA LUCHA DEL "GISERO"

Abro un pequeño paréntesis en la tónica habitual que seguimos en el blog de analizar cosas que ocurren a nuestro alrededor (con más o menos atino) para filosofar un ratito antes de dedicarnos a cosas más divertidas.

Ya sé que seguramente más de uno y más de dos me dirán que estoy desfasado, pero dada la experiencia reciente que estoy viviendo en eso que llaman “Máster GIS” en ESRI, me veo poco menos que en la obligación de abrir un debate  acerca del mundillo este de los Sistemas de Información geográfica. La cuestión es bastante simple de plantear pero, a la vez, bastante difícil de resolver. Un técnico GIS ¿ha de ser un usuario de herramientas de análisis o un programador de herramientas de análisis? Como soy don “erre que erre” con esta historia, voy a exponer de la forma más simple que sea capaz lo que pienso de este tema.

De un tiempo a esta parte se va imponiendo en el mercado un tipo de profesional al que llaman “analista GIS”. Seguramente cualquiera que haga una búsqueda más o menos simple en cualquier portal de empleo se dará cuenta de que es un perfil bastante reclamado, sin embargo creo que la denominación es bastante torticera. Detrás de ese nombre se esconde lo que debería llamarse “programador en entornos GIS”, que parece que es lo que hoy día está de moda. Parece que se han olvidado de los que nos dedicamos, con mayor o menor fortuna, al análisis de datos georreferenciados a través de estas herramientas (por tanto analistas), cuyo potencial es tan grande y abarca tantos campos que difícilmente se encontrará a alguien que sea capaz de sacarle todo el potencial que tienen.

Esto lo planteo porque soy alumno de un máster en el que, en esencia, se nos ha estado contando, muy por encima (para mi gusto), el funcionamiento de las herramientas de un software (todo el mundo tiene en mente cual) y finalmente parece que lo importante es programar. Pero ¿programar qué? No hablo de aplicaciones complejas, de nuevos algoritmos que desarrollen nuevas herramientas, sino la implementación de herramientas de visualización de datos con algún tipo de funcionalidad de consulta (espacial o directa a base de datos), que acaban siendo más una presentación meramente visual que otra cosa. Queda en un quinto plano el análisis de esos datos, parece que es más una cuestión de vender que de darle el uso real que, bajo mi punto de vista, tienen los GIS (o SIG… ya siento la “anglofonización”… pero es lo que hay).

He de recordar que estas herramientas se aplican a campos extremadamente diversos y que carecen de sentido si no se potencia la “vis” analítica. Usted puede programar lo que quiera, pero si sólo le da una salida visual, los datos se pierden en el abismo de la nada, y eso es a lo que se dirige el asunto. Geógrafos, geólogos, biólogos, ambientalistas, arquitectos, topógrafos, cartógrafos, ingenieros civiles o de caminos (o llámeseles como se les quiera llamar)… profesiones muy diversas que utilizan estos sistemas para analizar sus datos, pautas espaciales, morfologías, geometrías, etc… quedamos relegados a un segundo plano cuando nos especializamos en sacarle provecho a estas herramientas. Si un GIS es un sistema de gestión de bases de datos georreferenciadas que ayudan a la toma de decisiones… ¿dónde encaja aquí el perfil del programador?, supongo que en el desarrollo del sistema, pero no creo que encaje con la información que se gestiona en esos sistemas.

La programación me parece muy interesante, aunque yo me vea incapaz de acometerla, seguramente porque nunca tuve formación para ello, y la verdad es que tampoco la busqué, pero no niego su potencial y utilidad, pero creo que lo que se está haciendo es confundir un poco a la gente y, de paso, propiciar lo que yo llamo “intrusismo profesional”, quiero decir, yo no soy programador, aunque sea interesante que me familiarice con ciertas cuestiones que me faciliten la comunicación con un profesional de la programación y que juntos podamos acometer un determinado proyecto, no es mi labor el desarrollar aplicaciones, sino proporcionar contenido a esas aplicaciones, y esto se hace mediante el análisis y comprensión de los datos. 

Supongo que un programador en paro no estará a gusto con que alguien que ha aprendido cuatro comandos mal aprendidos se dedique a hacer su trabajo, como no lo estoy yo viendo cómo se pretende tener a programadores que hagan mi trabajo, porque no están formados para ello.

En un mundo en el que se busca la especialización constante, intentar mezclar las cosas con el fin de generalizar labores (y ya puestos, ahorrarse costos laborales) me parece cuanto menos un desatino, poco productivo y que deja el resultado del trabajo en algo muy liviano, dando la falsa sensación de que todos sabemos hacer de todo, cuando podría sacarse más rendimiento si cada uno se dedica a lo que sabe y deja a otros que hagan lo que saben. De paso, así, todos aprendemos un poco de lo que hace el de al lado, que no es nada malo, en absoluto.

Perdón por el discurso, es que estoy un poco harto que me quieran hacer mirar el continente y no el contenido.