Hace mucho tiempo que vengo advirtiendo esa extraña costumbre del ser humano de olvidar el origen de las cosas. En la era de la revolución tecnológica se pierde la conciencia sobre el pensar, sólo porque funcionamos como autómatas y soñamos que, dando a un botón, resolveremos nuestros problemas (y voy yo y me lo creo).
Estos días, hablando con un antiguo compañero de fatigas me decía que en el blog faltaba meter un artículo de definición de la ciencia geográfica, que para nosotros resulta ser algo así como un compendio de muchas ciencias que facilitan la lectura del territorio, una ciencia que utiliza a todas las demás para entenderse a sí misma y entender el territorio, que explica por qué las cosas y los fenómenos no están homogéneamente distribuidos en el espacio (algún inconsciente de la vida diría que es como una paella a la que se le puede echar de “tó”). Recuerdo que en la universidad nos daban "charlas" sobre las salidas profesionales que la geografía nos ofrecía. En una ocasión nos mandaron a una arquitecta (de cuyo nombre afortunadamente no me acuerdo) que decía algo tan absurdo como que le gustaban los geógrafos porque tenían chispa. Sí, eso dije yo, ¿chispa?... en realidad, según su "maravilloso" discurso, se refería a que éramos buenos como bomberos esclavos, que servíamos para todo, aunque no pudiéramos profundizar demasiado en nada (salvo que nos dejen) y apagábamos muchos fuegos... Creo que desde ese día "adoro" a los arquitectos a nivel profesional. Ya se que no es bueno generalizar pero, salvo honrosas excepciones, lo que uno se encuentra por el mundo es un poco...en fin.
Al final el amigo y yo acabamos hablando de lo que nos había unido durante mucho tiempo, que era nuestra “especialización” en el mundo de los sistemas de información geográfica (que, a día de hoy, es una de las salidas más claras que tiene un geógrafo profesionalmente), sobre nuestra concepción de la cosa, sobre su propia definición. He de confesar que no me han gustado las definiciones tradicionales de los grandes gurús en la materia, pero reconozco que tengo por costumbre cuestionarlo todo aunque me equivoque una y otra vez. Sin embargo, he encontrado en ese proceso de cuestionamiento, un método de aprendizaje continuo.
Al final el amigo y yo acabamos hablando de lo que nos había unido durante mucho tiempo, que era nuestra “especialización” en el mundo de los sistemas de información geográfica (que, a día de hoy, es una de las salidas más claras que tiene un geógrafo profesionalmente), sobre nuestra concepción de la cosa, sobre su propia definición. He de confesar que no me han gustado las definiciones tradicionales de los grandes gurús en la materia, pero reconozco que tengo por costumbre cuestionarlo todo aunque me equivoque una y otra vez. Sin embargo, he encontrado en ese proceso de cuestionamiento, un método de aprendizaje continuo.